lunes, 20 de diciembre de 2010

Traición


Había estado estudiando una media de quince horas diarias para aprobar aquellas oposiciones. Y las aprobé, pero sin plaza. Lo cual significaba que estaría otros dos años sin ser funcionaria y que tendría que seguir estudiando.

Necesitaba trabajo para mantenerme, al menos, otros dos años, y también necesitaba tiempo para estudiar, así que me decidí a dar clases particulares, así, mientras me ganaba un dinerillo extra y sin declarar a Hacienda, podía aprovechar las clases con los críos para probarme como profesora y ya de paso, seguir repasando.

A las clases llegó Julia. Tenía unos ocho años y coletitas rubias. Apenas sonreía, apenas hablaba, y su mirada era de todo menos alegre. Me costaba la vida que la niña se relacionara conmigo o con alguno de sus compañeros y muchas veces era incapaz de concentrarse. Así que un día que vino su padre a recogerla, abordé el tema y le pregunté por la niña. Me dijo que su madre y él se estaban separando, y que el proceso estaba afectado a Julia.

Pasaron unos cuantos días y Julia empezó a hablar más, aunque aún tenía la mirada triste, hecho que me alegró y que compartí con su padre. A los pocos días, su padre vino a hablar conmigo

-Me gustaría hablar con usted, si no hay problema
-Claro, pase -dije mientras terminaba de despedirme de uno de los críos.
-Es por la niña. Usted me dijo que había empezado a hablar un poco más, pero en casa sigue sin decir nada. Me gustaría que me contase qué le ha dicho, cómo la ve...

Al final, no sé cómo me dejé liar, pero acabé aceptando que me invitara un día a almorzar para hablar de Julia. Quedamos en un restaurante normalito, pero no muy céntrico, la verdad. Me transmitió su preocupación por la niña, y que se sentía muy culpable por no poder verla siempre, pero es que la madre se había quedado de momento con ella y el único contacto que tenía con la niña era en las clases particulares, y me pidió, por favor, que aquellas citas se repitieran, necesitaba saber que su niña estaba bien.

El caso es que me enterneció tanto ver a aquel hombre suplicando por poder saber algo de su hija, que acepté a quedar más veces con él. No pasó mucho tiempo hasta que acabamos haciendo el amor en mi piso.

Al principio acepté quedar con él por la niña. La verdad es que me intrigaba mucho el por qué una cría de ocho años tenía la mirada tan triste, pero luego, poco a poco, me di cuenta de que me sentía atraída por su padre, y al final me sentí atraída por la forma que tenía de hacerme el amor. Recuerdo en especial una vez que nada más entrar a casa, me desnudó y me besó por casi todo el cuerpo, jugando sobre todo con mis pechos hinchados por el placer y mis pezones erectos y duros, haciéndome suspirar y evadirme de la Tierra. Cuando ya me tuvo a punto a punto de caramelo, me puso a cuatro patas, con las rodillas en el suelo y el cuerpo descansando sobre el sofá y me apuñaló con su espada de carne, haciéndome temblar.

Aún hoy, si hago memoria, puedo notar perfectamente el vaivén de su miembro dentro de mí, sus mano izquierda sujetando mi cadera y su mano derecha dándome un par de azotes. Nunca me habían azotado, y mucho menos en la cama, por lo que me sentí extraña. Pero he de admitir que me gustó.

Cuando notó que estaba a punto de llegar al clímax, me izó, dejándome casi erguida sobre su falo, y así terminó de follarme con rabia y pasión, haciendo que nuestros gemidos fueran motivo de protesta de mis vecinos.

Tengo que decir que el padre de Julia y yo no éramos novios. Simplemente éramos una profesora y el padre de una alumna disfrutando de las tutorías, pero no podía negarme que si me hubiera propuesto algo más, hubiese aceptado encantada.

Fueron pasando los meses, y Julia había mejorado muchísimo académicamente, había recuperado algo de concentración y hablaba un poco más, pero seguía teniendo la mirada triste, impropia de una cría de su edad.

Cuál fue mi sorpresa cuando un día, la que vino a recoger a la niña fue su madre. Me preguntó como le iba a la niña, si atendía en clase... vamos, lo típico. Le comenté que Julia había mejorado muchísimo, aunque todavía le faltaba un poquito de concentración, y que parecía que estaba superando lo del divorcio de sus padres.

-¿Qué divorcio? - me preguntó su madre – Su padre y yo seguimos siendo pareja y viviendo en la misma casa.
-Ah, pues debo haberlo entendido mal... Como veo a la niña tan triste..
-No sé quién le ha informado de eso, pero es completamente falso. De hecho, Julia no lo sabe, pero está esperando un hermanito. Y si mi hija está triste es porque hace poco ha perdido a su abuelo.
-Vaya, enhorabuena por el embarazo. Y siento lo del abuelo de la niña.
-No se preocupe. Y gracias.

Nos despedimos y cerré la puerta. Quería derrumbarme o matar a alguien. O las dos cosas, pero me di cuenta de que aún quedaban un par de niños recogiendo sus cosas y tenía que mantener el tipo.

Cuando terminaron de recoger sus cosas me senté en el sofá a pensar. No sabía que hacer; ¿le llamaba y le cantaba las cuarenta, o esperaba a verle en nuestra próxima cita y allí le echaba la bronca de su vida? ¿Le mandaba indirectas a ver si él me decía algo? ¿Si será cabrón? Lo que estaba claro es que ese hombre y yo no volveríamos a acostarnos jamás.

A los dos días, volví a tener clase con Julia. Se la veía un poco más alegre, incluso habló un poco con sus compañeros. Al acabar la clase vino su padre, con su sonrisa de siempre a saludarme.

-Hola, Nadia. ¿Qué tal la niña?
-Bien, va avanzando mucho. -dije en el tono más seco posible.
-¿Y en clase cómo se comporta? ¿Se concentra más?
-Es una niña muy buena y sí, ya se concentra más.
-¿Y tu la ves más animada?
-Claro, lo está llevando muy bien, se repondrá pronto, ya lo verás.
-Eso espero, un divorcio debe ser traumático para una cría tan pequeña.
-¿Tú te crees que soy idiota? ¿Que nunca me iba a enterar de que sigues casado?
-Nadia, por favor...
-¡Ni por favor ni hostias! -dije olvidando todas mis buenas maneras- Tú lo que eres es un cabrón, un cerdo y un...
-Y un cobarde, todo lo que tú quieras, es verdad. Pero es que te quiero a ti.
-Pues yo a ti no. Así que fuera de aquí.

Cuando se fue me quedé llorando en silencio. Realmente hubiese querido que estuviera separado, pero no lo estaba, y yo no quería meterme en un matrimonio, al menos no a conciencia.

Puse un rato la televisión para olvidarme de todo, pero después de tanto llorar estaba agotada y caí rendida en el sofá. Cuando desperté, estaban emitiendo una película erótica, que me hizo recordar que volvía a estar sola. Metí mis manos bajo la ropa y me dejé llevar.

domingo, 19 de diciembre de 2010

Celos.


Este país funciona a base de enchufes, por lo que no me sentí nada mal al hacer que Javi entrara en la pequeña empresa para la que trabajo, aunque bien es cierto que su currículum es de lo mejorcito que hay.

Así, Javi, el que fuera mi mejor amigo durante los años de universidad, pasó a ser mi compañero de trabajo.

Poco a poco acabamos retomando de nuevo aquella amistad de hace unos años, y no podía negarme que Javi me gustaba de verdad. Pero tampoco podía negar que mi amigo le ponía ojitos a Macarena, la becaria. Y ya sabemos todos el peligro que tienen las becarias.

Durante meses, Javi y yo íbamos al cine, a la bolera, se quedaba a cenar en mi casa o viceversa, me contaba sus penas... vamos, que pasábamos mucho tiempo juntos. En uno de esos días en los que nos quedamos a comer juntos, le vi especialmente nervioso.

-¿Estás bien, Javi? Te noto nervioso.
-Si, bueno, es que quiero comentarte una cosita.
-Pues tú dirás...
-Pues... que me gusta una chica.
-¿Macarena? - susurré, esperando con todas mis fuerzas que dijera que no.
-Eh... sí, sí, es Macarena.

Toma ya, la primera en la frente. Sentí una punzada en el estómago, luego sentí otra en los lagrimales, que anunciaban que las lágrimas estaban listas para salir, pero hice un esfuerzo sobrehumano y evité que salieran.

-Nadia, ¿pasa algo? Como te has quedado callada...
-No, no, no pasa nada. Bueno, ¿y ella siente lo mismo? - hubiera hecho un pacto con el diablo para que la respuesta fuera que no.
-No lo sé... por eso quería pedirte un favor.
-Sí, claro, tú dirás.
-Ayúdame a darle celos.

No podía ser verdad lo que estaba escuchando... ¿Tenía que ser precisamente yo la que le ayudara a ligarse a la zorra de Macarena? Ojo, que no la llamaba zorra por que fuese mi rival, sino porque alguna que otra vez la había visto merodear por la caja y, curiosamente, al día siguiente faltaba dinero. No quise delatarla, porque no tenía pruebas, pero yo sabía que había sido ella. Ya se lo había comentado alguna que otra vez a Javi, pero como el que oye llover.

Quise chillarle y decirle que estaba tonto, pero como no quería ponerle en evidencia y Javier ante todo es mi amigo, decidí ayudarle. El plan consistiría en procurar que Macarena nos viera juntos a todas horas. Y siempre felices, contentos y sobre todo, muy cariñosos.

Los días fueron pasando, y yo seguía las indicaciones de mi amigo. Por un lado estaba contenta, ya que el dichoso plan me ayudaba a estar más cerca de él, pero por otro lado, sabía que aquello era un espejismo que no llevaba a ningún lado, y eso me escocía.

Parece ser que el plan acabó dando resultado, porque Macarena, que siempre había pasado de Javi, ahora se juntaba más con él. De hecho, se habían hecho tan amigos, que apenas veía a Javier, y eso me dolía.

Un día, Javi vino a comer a casa para contarme una buena noticia: esa misma tarde había quedado con Macarena, iban al cine, y quería agradecerme mi ayuda, ya que el plan había funcionado y no lo hubiera conseguido sin mi. Le dije que no había por qué darles con tono lacónico y seguí comiendo mirando fijamente al plato.

-Nadia, ¿te pasa algo?
-No, no me pasa nada.
-¿Es que no te alegras por mí y por Macarena?
-Claro. -respondí en un todo tan poco convincente que hasta Javi se dio cuenta.
-No, no te alegras. ¿Se puede saber qué te pasa, Nadia?
-Que no me pasa nada, te digo.
-A mí no me engañas. ¿Es por lo que me dijiste de Maca?
-Que no, que no es por eso.
-Entonces admites que algo te pasa.
-Mira, vamos a dejar el tema, ¿vale? -estaba cada vez más enervada.
-No, no pienso dejarlo. A ti te pasa algo y quiero saber qué es.
-¡Que te quiero, coño!

Los dos nos quedamos mudos. Yo, porque había abierto la caja de Pandora en un arrebato tonto, y sabía lo que significaba, y él, porque el contenido de la caja le había estallado en la cara.

-Joder, Peque, hay que reconocer que declarándote eres única-dijo con su gran sonrisa.

Yo no sabía que hacer ni qué decir. Me hubiera gustado salir corriendo, pero es que aquella era mi casa. Además, huir no es la solución. “Piensa, piensa, piensa. Joder, ¿quieres decir algo coherente y no quedarte ahí como un pasmarote?”

-Lo siento, no quería chafarte el día...
-No has chafado nada, mujer. -dijo entre risas.
-¿De qué te ríes? -pregunté medio mosqueada – Yo no le veo la gracia.
-Pues yo sí... -dijo mientras las risas pasaban a ser carcajadas.
-Pues cuéntamelo, a ver si yo también me río un rato...
Es que le dije a Macarena que si podía ayudarme a darte celos, y cree me, me costó la vida que aceptara, pero más me costó que viniera a recogerme para darte celos, y debe estar al llegar. A ver quién le dice ahora, que ya habrá salido de casa, que no hace falta que venga. Me mata, Macarena me mata -dijo riéndose a carcajadas.
-¿Pero por qué hiciste todo esto, Javi?
-Pues porque el día que te dije que me gustaba Macarena, iba a decirte que me gustabas tú, pero no me atrevía, y cuando tu preguntaste si era Macarena, me acobardé y dije que sí. Y después me sirvió como plan para ver si tú sentías algo por mí o no...

Ya no aguantaba más, así que me acerqué y le callé con un beso. Fue un beso cálido, suave y sobre todo, largo. De alguna manera tenía que compensar el tiempo que llevaba esperándolo. Después de aquel beso, vino otro, y luego otro, hasta que las finas ropas de algodón pesaban como el plomo. Nuestras manos luchaban por librarnos de ellas.

Poco a poco las prendas vistieron el suelo y nosotros quedamos desnudos. Llevaba mucho tiempo deseando que pasara eso, así que no me privé de nada. Lo primero que hice fue mandarle un mensaje a Macarena desde el móvil de Javi, diciéndole que no hacía falta que viniera, y después me dediqué a besarle por todo el cuerpo. Me propuse que no quedara una sola zona de su cuerpo sin besar o lamer, así que empecé por los labios, bajé por el cuello y me escondí tras su espalda, por la que fui basando, beso a beso, hasta donde ésta pierde su honorable nombre. Javier no tenía un atractivo apabullante, pero si de algo podía estar orgulloso, era de su culito, lugar donde me quedé unos minutos.

Después bajé por sus piernas fuertes y volví a subir por ellas, volví a pasar por su espalda, me deslicé por su cuello hasta llegar a su torso desnudo, donde me quedé unos segundos para luego volver a sus piernas. De vez en cuando se me escapaba un beso que iba a parar a las ingles. Cuando ya le tuve lo suficientemente desesperado, empecé a darle besitos a su miembro, erecto e hinchado desde hacía un buen rato, para finalmente, acabar engulléndola.

Mientras mi boca subía y bajaba por su entrepierna, Javier me recogía el pelo o me acariciaba la cabeza mientras gemía. Me encantaba tenerle dentro de mi boca, y sus gemidos me alentaron un poco más, así que ya no me limitaba solamente a subir y bajar, sino que al mismo tiempo que mi lengua y mis labios recorrían todo su miembro, mis manos también ayudaban con suaves giros de muñeca.

Estaba a punto de correrse, y lo sabía, así que me hizo parar y antes de que pudiera decir nada, su boca se hundía en mi coñito, lamiéndolo, besándolo y saboreándolo. Estuvo hurgando unos minutos en mi entrepierna hasta que encontró el botoncito de encendido y creí que iba a morirme del placer, pero Javi no me dejó. A cambio, mis pechos, duros por la excitación, recibieron todo tipo de atenciones, desde la base hasta el duro pezón.

Volvía a sentir que tanto placer estaba a punto de matarme cuando Javier hundió su enorme falo dentro de mi entrepierna y dejó caer parte de su peso en mi cuerpo. Podía sentir el calor de su piel, los latidos de su corazón, su respiración agitada, su miembro entrando y saliendo de mí... me sentía en las nubes... entonces, sucedió: los espasmos me sacudían, mis propios gemidos me ensordecían y mis músculos se tensaron. Finalmente, llegué al orgasmo. Unos segundos más tarde llegaba él.

Cuando todo acabó, me recosté sobre su pecho y decidí que aquel sería mi lugar favorito.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Porque sí.


Hace unos años mi mundo entero se derrumbó. Primero dejé de sentir el suelo bajo mis pies, después las paredes empezaron a tambalearse y los ladrillos, uno a uno, empezaron a caer a un suelo que ya no existía y para colmo, lo que quedaba de techo pendía de un hilo finísimo. A partir de ahí fui encadenando un fracaso con otro.

Harta de tanto fracaso, con los escombros que quedaron de mi mundo levanté un refugio, y cuando estuvo terminado cerré le puerta y colgué el cartel de "no molestar"y me vestí con mi armadura y mi cota de maya contra la desdicha, que diría Sabina.

Pero llegaste tú, y todo cambió. No sé cómo lo hiciste, pero abriste la cerradura sin forzarla, me convenciste para quitarme tan pesada armadura y después compraste todo lo necesario para construir un refugio sobre fuertes cimientos donde cupiésemos los dos.

Una vez me dijiste que te gustaría ser el caballero andante, el héroe que me salvara. Ya lo hiciste; me salvaste de mis demonios. Gracias.

Así que por todo eso y por mucho más, este post va para ti, porque te amo, porque quiero envejecer a tu lado, cuidarte y verte sonreír.

Te quiero.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Esta casa es una ruina.


Bien, esta carta no la he escrito yo, sino que ha llegado a mí a través de Internet. No tiene desperdicio.

A la atención de Don José García Sánchez apoderado de INMOBILIARIA URBIS S.A. en Altorreal, Molina de Segura, Murcia.
Estimado D. José. Me pongo en contacto con usted por mail ya que dado que es un hombre muy ocupado sus empleados me han hecho ver lo difícil que es que nos reunamos personalmente.
El 28 de abril firmé una escritura correspondiente a la vivienda sita en la C/ Albatros nº 43 y es mi intención relatarle las vivencias y sucedidos que, desde entonces, suponen la sal y la pimienta de mi, hasta hace bien poco, aburrida y aburguesada vida.
No le aburriré con las peripecias que tuve que vivir para conseguir que ustedes liquidaran la cuenta y dieran de baja la luz y agua de obra para que yo pudiera conseguir esos servicios básicos porque resulta tedioso, así que paso a lo interesante.
Nada más pagar los 32 millones de pesetas (sé que para ustedes es poco pero para mí supone la mayor parte de mi renta familiar) y firmar la escritura de esta vivienda residencial situada en una urbanización con campo de golf, nos dispusimos a contratar los servicios básicos de la vivienda. ¡Qué ingenuos!. ¡Cómo si eso fuera tan fácil!.
ESCAPES DE GAS:
El técnico de Repsol se negó a darnos el gas porque según él había un escape "Y DE LOS GORDOS", dijo. Enseguida llegaron sus cualificados técnicos y se pusieron manos a la obra. Me levantaron toda la parcela (aceras incluidas) buscando el escape y dimos con el mismo.. EL GAS SALÍA POR EL MACARRÓN DE LA LUZ. "No problem", sus cualificados técnicos y mejores ingenieros pasaron a sellarlo utilizando las más innovadoras técnicas y los mejores materiales probados incluso en los viajes espaciales dela NASA (cinta aislante)
A partir de ahí, con un aparato, buscaron la fuga del gas. No fue necesario el uso de tan innovadora tecnología. Un inconfundible siseo nos llevó al interior de la vivienda, al lugar donde se situaba el cuadro eléctrico de la casa. ¡EL GAS SALÍA POR EL AUTOMÁTICO DE LA LUZ!
Dado mi carácter latino y alegre por naturaleza, algunos juzgan que demasiado extrovertido, no pude evitar exclamar: ¡Hostias, luz y gas por el mismo tubo, cojonudo!.
Y es que en esta era en la que las compañías luchan por aunar varios servicios en un solo cable (luz, teléfono, internet y televisión) ustedes solos, en colaboración con la empresa constructora elegida (DRAGADOS), habían conseguido demostrar que la tecnología española está en cabeza. Dos servicios en uno, LUZ y GAS por el mismo tubo.
Yo sugerí en aquel momento que también metieran el agua por el mismo sitio y así tendría agua con electricidad y burbujas, ¿se imaginan? Pero sus brillantes técnicos, a la vanguardia del saber occidental, me hicieron ver que eso era, hoy por hoy, imposible. Quizás nuestros nietos lo vean algún día.
Entonces comprobamos que la legislación dice que el tubo del gas debe ir a 60cm bajo tierra y que iba a ras de suelo, y que debe ir (cómo mínimo) a 20 cm de los tubos de otros servicios, y que iban todos juntos, íntimamente ligados, y qué ésta era la causa de que el gas entrara en mi casa por el mismo tubo que la luz (tengo fotos que están a su disposición)
Sus brillantes técnicos me hicieron ver que electricidad y gas, no son una buena mezcla, por las explosiones y esas cosillas sin importancia, así que tuvimos que realizar una nueva conducción paralela y me dispuse a disfrutar de mi nueva vivienda.
¿TELÉFONO, PARA QUÉ?
Después de tapar todos los hoyos (les agradezco vivamente el que me removieran varios metros cúbicos de tierra para mejor aireación de las raíces de las plantas y pequeños invertebrados que viven bajo tierra), echar hormigón en las aceras, volver a instalar el riego del jardín, replantar las plantas, sembrar de nuevo el césped y dejarlo todo casi como antes, vinieron los insensatos de Telefónica a darme el servicio.
Después de infructuosos intentos se fueron porque era imposible meter el cable por el tubo que estaba obstruido. Volvieron sus cualificados empleados y procedieron, de nuevo, a reventarme la parcela.
Como era imposible dar con la obstrucción optaron por meter el cable del teléfono por el macarrón del timbre. Ahora no tengo timbre.
Y corremos el riesgo de que si metemos una guía con nuevos cables, ésta erosione el del teléfono, lo que ha provocado un tremendo cisma en mi familia: de un lado los que abogamos porque el teléfono es más importante que el timbre, y de otro los que prefieren que haya timbre antes que teléfono.
En fin, en el siglo XXI, y su empresa provoca que cada vez que dan de alta un servicio hay que reventar media casa con un motopico.
También es curioso en el 2005 tener que elegir entre timbre o teléfono, pero bueno, como dicen sus técnicos ("algunas casas tiene alguna pega")
Debo decirle que de 47 viviendas ha habido que reventar el suelo para meter el cable del teléfono en todas menos en dos, en las que tras durísimos intentos
la guía entró al fin.
A esos dos vecinos la mayoría los llaman "los enchufados" y hay quien los mira con desconfianza por si son chivatos de URBIS S.A. Yo prefiero perseguirlos para convencerlos de que echemos una primitiva a medias porque son de esos que han nacido de pie.
Y AHORA, HUMEDADES
Ahora dirá usted, problemas con todos, todos los servicios no ha tenido usted D, Jerónimo...........
Pues sí, con el agua también. Hace dos meses aparecieron humedades en el piso superior, a pesar de que aquello no se secaba ni para la Hostia (pido excusas encarecidamente por este exceso verbal pero le puse un calefactor y varios ventiladores), sus técnicos insistían en que el problema había cesado.
Hace una semana la volvieron a pintar, no está mal, tras dejar la pared dos meses secando y enseñar a mis visitas la casa avergonzado por tener las paredes verdes y llenas de hongos. Ahora, seis días después, la humedad ha vuelto a salir.
Así que yo, antes de desesperarme, les agradezco el microclima creado y voy a aprovechar ese espacio para criar champiñones cuyas esporas ya me han llegado por correo. En cuanto obtenga la primera cosecha le enviaré una remesa para que los disfrute porque prometen ser de primera calidad.
OTRA SORPRESA, LAS LOSAS SE DESPEGAN
Llevamos DOS meses apenas viviendo en esta casa y el número de losas que se despegan comienza a ser preocupante. Y quiero decir en este punto que no quisiera ser muy crítico con su empresa URBIS SA y con DRAGADOS porque como se dice habitualmente "Al César lo que es del César" y a Dios lo que es de Dios".
Dado que su empresa demuestra en los acabados una innegable tendencia a querer aumentar al máximo los beneficios (no lo censuro porque no son ustedes una ONG) quiero comunicarle por escrito que mi vivienda tiene más metros de los 170 que ustedes le atribuyen y es que creo que esos huecos que van apareciendo bajo las losas mal pegadas de todos los pisos de la casa, deberían en justicia, ser consideradas como SEMISÓTANO. Sótano no, porque apenas son huecos de unos cm pero semi sí, porque ese espacio resulta utilísimo para guardar objetos valiosos y enredos de esos que hay en todas las casas. Yo de hecho, una noche me escondí ahí de mi suegra. Así que estoy dispuesto a que revisemos la escritura y pagarles religiosamente esos metros de más, porque cm a cm igual hablamos de un buen espacio, oye.......
Si incluso a su altruista empresa, esto le parece un exceso y dado que en España históricamente el dinero se ha guardado bajo la losa, creo que deberíamos pagarles un plus por casas de lujo "con caja fuerte camuflada".
Estúdielo atentamente por favor.
Y LA ESCALERA TAMBIÉN,
Con las losas de la escalera pasa otro tanto, y eso provoca que el mamperlán se despegue. Sus brillantes técnicos y obreros especializados a la vanguardia del progreso y del uso las últimas tecnologías me aclararon la causa de que alguien "pegue las losas sin cemento", y debo decir que su argumento me dejó tranquilísimo: "Es el destajo"
O sea, que ellos mismos reconocen que la casa está mal hecha porque su propia empresa contrata trabajadores a destajo para abaratar costos, sin cualificación y que hacen el trabajo mal y aprisa para cobrar más.
También me dieron la solución: "Echa cemento líquido por las juntas".
Eso hice, y no sirve de nada, porque están tan huecas que llevo toneladas gastadas. Quiero agradecerle, Don José, que gracias a ello me han hecho accionista honorario de cementos blancos del sur SL y que gracias a ustedes es
probable que entre en el consejo de dirección de la misma debido a que mi consumo ha sacado a flote la empresa. Me pongo a su disposición para suministrarle lo que usted quiera porque tengo en casa, sacos y sacos.
DECORADO DE GUERRA
Dado que las losas se despegan, la escalera también y que el exterior de la casa resulta ya tan maleable y fácil de excavar, quiero decirle que gracias a ustedes he tenido ofertas de varias productoras cinematográficas para rodar filmes en mi casa.. Se han dirigido a mi los productores de "Esta casa es una ruina II", y hay un cineasta francoitaliano que quiere rodar aquí una película de la 1ª Guerra mundial (por las trincheras y eso)
También hay ofertas para rodar una de cristianos en Roma, con las catacumbas y tal. He rechazado otra para rodar "Él sótano del miedo" porque me parecía especialmente truculenta.
Gracias Don José.
Y gracias de corazón porque en estos tres meses han cambiado ustedes mi vida. ¿Qué sería de mí si me dedicara sólo a mi trabajo y a mi familia, a divertirme, a hacer deporte, a tomar unas cañas?.
No, es infinitamente más emocionante levantarte con la zozobra de ¿qué se romperá hoy?.
Además, he mejorado como persona, ahora recibo cada mes la revista "Harvañíl today" y soy un tío mañoso. Hago trabajos manuales y parezco más macho. Hasta mi espermiograma ha mejorado.. Gracias, de corazón Don José y felicidades por su empresa.
PD.- Eludo contarle otras historias porque son sucedidos de mis vecinos pero de muestra vale un botón. A mi vecina Ana, cuando quiso bañar a sus niños le salía agua por el sumidero de la bañera en lugar de tragarla.
Uno de sus brillantes técnicos le dio la solución "pues no se bañen", cojonudo oyes, son un encanto. Y así tenemos mil anécdotas. Lo dicho, cuando quiera se pasa por esta, su casa y le hago unos champiñones a la plancha en mi barbacoa que sí funciona pero claro, no está hecha por DRAGADOS y por URBIS S.A.
Suyo atentamente: Jerónimo Salmerón Tristante

domingo, 12 de diciembre de 2010

El hombre sin nombre


-La semana que viene es el cumpleaños de Teresa.
-Es verdad, no me acordaba – recordé.
-¿Qué le preparamos, Carla? Porque a mí no se me ocurre nada ahora...
-Pues a mí se me había ocurrido comprarle su regalo en un sex shop -dijo con su sonrisa pícara.

No pude evitar reírme. Teresa era una mujer muy tímida, y aunque ya había cumplido la treintena, aquel regalo le iba a incomodar muchísimo. Pero por otro lado, teniendo en cuenta que llevaba varios meses durmiendo sola y con lo tímida que era, iba a necesitar un juguete.

Al final, Carla y yo decidimos quedar el viernes por la noche para ir a comprar el regalo de nuestra amiga. En el primer sitio al que entramos, no duramos ni dos segundos. Más que una tienda aquello parecía un antro, y los dependientes estaban inmersos en lo que parecía una discusión de pareja. Salimos de allí con la risa nerviosa y fuimos a otra tienda que no estaba lejos.

Cuando entramos nos quedamos con la boca abierta. Aquello parecía más una tienda de ropa que un sex shop. En los primeros estantes sólo había disfraces, corsés, trajes extraños... un poco más a la derecha había un estante repleto de consoladores y penes de goma de distintos tamaños, desde los de tamaño ridículo (habrá quien los compre, supongo) hasta los de tamaño descomunal. Carla y yo no pudimos evitar un gesto de asombro al ver penes de goma de cincuenta centímetros.

En el estante siguiente estaban lo que parecían juguetes infantiles: el clásico patito de goma para la bañera, una esponja con forma de fresa, muñecos con forma de gusanos de colores...

-¿Puedo ayudaros en algo?

Aquella voz nos sobresaltó. Estábamos tan embobadas viendo tanto artilugio extraño que ni nos dimos cuenta de que el dependiente estaba detrás de nosotras.

-Bueno, estamos buscando un regalo de cumpleaños para una amiga...
-¿Y habéis pensado en algo?
-No, la verdad es que no... -dije mirando a Carla. No sé si ella iba con alguna idea predeterminada.
-Vale, pues contadme algo de vuestra amiga, el rasgo que más la defina.
-Tímida -dijimos las dos al unísono.
-Vale. Pues os aconsejo que elijáis alguno de estos que parecen juguetes infantiles, así pasarán más desapercibidos en su casa, y si alguien le pregunta, siempre puede decir que su sobrino se los dejó olvidados en casa.

Carla y yo nos miramos para buscar la aprobación de la otra.

-Bueno -dijo el dependiente- Si queréis os puedo enseñar más cosas, por si veis algo que os guste.

La visita por la tienda fue poco menos que reveladora. Nunca había estado en un sex shop, o al menos no tanto tiempo, y estaba viendo cosas que no tenía ni idea de cómo se utilizaban. Después pasamos por una vitrina que contenía todo tipo de lubricantes, aceite de masajes y cremas. El dependiente nos dejó echarles un vistazo, y después descorrió una cortina por la que nos hizo pasar. Cuando la atravesamos, pudimos ver una pequeña sala llena de películas porno, y justo a su lado, un espacio totalmente dedicado al sado. De las paredes colgaban látigos y fustas que ponían los pelos de punta, mordazas y varios artilugios más que ni sabíamos cómo se utilizaban ni queríamos saberlo.
Después atravesamos un pequeño pasillo que nos llevó a una estantería repleta de juegos eróticos para pasar un buen rato.

Al volver a la sala principal, no pude evitar fijarme en una pequeña sala rodeada de espejos en la que una pareja mantenía relaciones sexuales. Al verlo no pude evitar una oleada de calor por todo mi cuerpo.

Al final nos decidimos por el clásico patito de goma, la esponja vibradora con forma de fresa y un lubricante. Justo cuando íbamos a pagar, llamaron a Carla al móvil. Ésta se puso muy nerviosa y me dijo que tenía que irse corriendo. Su madre se había caído y estaba en el hospital, que si no me importaba quedarme sola. Le dije que no y salió corriendo de allí.

Como Carla se había tenido que ir, pagué yo. Cuando le di el dinero al dependiente le miré a los ojos, (nunca hasta ese momento me había fijado mucho en él, en parte porque me daba vergüenza y en parte porque no podía apartar la vista de los artículos allí puestos) No me había fijado antes, pero el dependiente era bastante atractivo, y tenía una boca muy sensual.

Por hacer tiempo mientras me daba la vuelta me quedé mirando una de las estanterías, y vi un artículo que por más que lo miraba no llegaba a comprender lo que era. El chico se dio cuenta, y como si me leyera el pensamiento, me explicó para lo que servía. Mientras me lo explicaba, buscaba excusas para rozarme con sus manos, o se ponía a mi espalda para que pudiera sentir su respiración. No sé cómo pero acabé mojando mis braguitas.

-Mira -me dijo- creo que antes de me ha olvidado enseñaros otra sección, ¿quieres que te la enseñe?
-Claro -dije casi como una autómata.

Le seguí por un pequeño pasillo y llegamos a una sala en la que se encontraban varios muebles que parecían especialmente diseñados para tener sexo. Me los fue explicando uno a uno, y en todos me invitaba a sentarme o probarlos.

No sabía por qué, pero me encontraba cada vez más excitada, y para colmo, el chico de la tienda no paraba de acercarse a mí, de rozarme, de pegarse tanto a mí que podía sentir perfectamente su respiración.

Fue en uno de esos momentos en los que estábamos tan pegados, que perdí el control de mí misma y le besé. Inmediatamente después me arrepentí. ¿Pero cómo había podido perder el control de esa manera? ¿Pero cómo había sucedido? Ahora iba a pensar cualquier cosa de mí...

En mis pensamientos estaba cuando silenció mis pensamientos con otro beso largo y cálido. Estuvimos así un buen rato, besándonos y acariciándonos. Entonces, se quitó los pantalones y los boxers y se sentó en “silla del amor”, cómo él me la había presentado, y me invitó a seguirle.

Aquel día llevaba puesta una camisa blanca, una falda negra medias al muslo y tacones, por lo que no me hizo falta desnudarme, simplemente me levanté la falda y me senté en sus rodillas mientras le colocaba un condón que sacó como por arte de magia. Una vez que el condón estuvo en su sitio me senté encima de su miembro, hundiéndolo hasta el fondo.

La verdad es que la silla era bastante cómoda, ya que me permitía total libertad de movimientos y me ayudaba bastante cabalgarle.

El chico me fue desabrochando los botones de la camisa, con cuidado de que no se rompieran por el ímpetu del momento y sacó mis pechos del sujetador para lamerlos y jugar con ellos. He de decir que si ya estaba excitada, con las cosas que me hacía en mis pechos hinchados por la excitación, estaba a punto de explotar.

Él notó que estaba a punto de correrme, así que me levantó y me puso de espaldas a él, apoyada en una camilla de tal manera que mis brazos y mi abdomen quedaban descansando en la camilla y mis piernas, apoyadas en el suelo se abrieron para dejarle total acceso a lo que quisiera hacerme.

Estando en aquella postura no podía ver nada, sólo sé que oí como se abría un envase y que sentí como varias bolitas entraban por mi puerta trasera al tiempo que la verga erecta de aquel chico volvía a poseerme.

No llegaba a comprender por qué me había introducido “eso” cuando no hacía nada con él y sólo se centraba en embestirme con su enorme falo. Podía notar cómo su herramienta entraba y salía de mí, como también podía notar el juguete dentro de mi culito. Faltaba poco para correrme cuando me dio un par de azotes al tiempo que me decía “córrete, puta” Al decir eso empecé a correrme y suavemente empezó a sacar el juguete que había utilizado conmigo, incrementando así la sensación de placer.

Caímos rendidos entre gemidos y espasmos propios del orgasmo.

Una vez recuperada la consciencia, me sentía mal. Acababa de echar un polvo con un completo desconocido que para más señas me había azotado y llamado puta. Pero por lo que peor me sentía era porque me había gustado. Al darme los azotes y llamado puta me sentí aún más excitada, y lo único que quería era estar a su merced.

A los pocos minutos, el dependiente se acercó a mí con una toalla húmeda y la pasó por mi entrepierna mientras me besaba en el pelo.

-Oye... espero que no te hayan molestado los azotes ni lo otro... pero es que con la emoción...
-No pasa nada -dije de todo corazón.
-¿Pero te ha molestado?
-No, para nada.

Tras recomponerme la ropa y el peinado, salí de la tienda con el regalo para mi amiga bajo el brazo. Llamé a un taxi y fui a casa, donde pasé la mayor parte de la noche en vela pensando en lo sucedido. Había echado el polvo de mi vida con un hombre del que no sabía ni su nombre. Estaba amaneciendo cuando me quedé dormida pensando que sería mejor así.

sábado, 11 de diciembre de 2010

No hay nada como un baño caliente...


Cuando echo la vista atrás y recuerdo aquella época la recuerdo como una época agridulce. Acababa de licenciarme, por lo que ahora tocaba preparar oposiciones. Lo normal hubiera sido estudiar mañana y tarde, pero mis padres no podían seguir manteniéndome y yo necesitaba sobrevivir, así que no me quedó más remedio que buscar un trabajo.

Estuve buscando trabajo durante meses, pero al final, conseguí trabajo de limpiadora en un laboratorio privado. No es que ganara mucho, y no es que fuera un trabajo muy gratificante, pero me permitía llegar a fin de mes y haciendo unos cuantos malabares, podía permitirme el lujo de ir a una academia para prepararme mejor las oposiciones.

Cuando entré a trabajar se me avisó que mi trabajo exigía una gran responsabilidad, ya que tenía que aprender a limpiar como si trabajara para un ciego, es decir, sin mover nada de su sitio, puesto que en aquel laboratorio hacían prácticas universitarias alumnos aún inexpertos y que debido a su juventud, bastante despistados, y la mezcla de dos sustancias no compatibles era suficiente para crear un accidente.

Los días fueron pasando y me desenvolvía bien en el laboratorio. Sabía limpiar y ordenar los utensilios como me habían dicho, hice buenas migas con Julieta, la otra limpiadora y a principios de mes había unos cientos de euros más en mi cartilla.

Aquel día era incapaz de concentrarme en el estudio, así que decidí ir un rato antes al trabajo. Cuando llegué a la sala por la que solía empezar siempre había un par de tubos de ensayo con líquidos que no sé qué serían, pero recuedo que al acercarme a ellos empecé a sentirme mareada. Estaba aturdida, así que lo primero que atiné a hacer fue agarrarme a la mesa, pero mis movimientos fueron tan torpes que golpeé a los tubos de ensayo, haciéndoles caer y mezclarse.

Lo primero que sentí fue un ardor intenso, como si se estuviera sosteniendo entre las manos una llama. Luego me costó trabajo respirar y después desperté en una camilla que entraba en una ambulancia.

Una vez me hicieron las curas pertinentes me vendaron por completo las manos y me dijeron que, dado que vivía sola y que en la ciudad no tenía familiares que pudieran hacerme las curas, ellos me mandarían a alguien que me hiciera las curas, y si lo quería, también disponían de un servicio ayuda para casos como estos, y que por unos cuantos (bastantes) euros, me enviarían a alguien para bañarme, prepararme algo de comer y recoger un poco la casa. Como me vi con las dos manos completamente vendadas, sola en la ciudad y con mis padres mayores, decidí hacer un esfuerzo económico y contratar ese servicio.

Al día siguiente, a las doce del medio día llegó un chico que se presentó como Alberto, el ATS que me haría las curas, que por cierto, eran bastante molestas.

Cuando acabamos con las curas, me dijo que iba a preparar el baño. “¿Qué? Aquello tenía que ser un error” - pensé. “¿Cómo me va a ver desnuda un tío?”

-Perdona, Alberto.
-Sí, dime. ¿Algún problema?
-Bueno, creo que hay un error... quiero decir, contraté un servicio de ayuda al paciente para que hiciera esto...
-Sí, ya lo sé, y esa persona soy yo. Anda, te ayudo a desnudarte, que el baño ya casi está.
-¿Cómo que “desnudarme”?
-No pretenderás bañarte vestida. Oye, llevo trabajando en esto unos diez años, así que imagínate a la cantidad de gente que he visto desnuda; hombres, mujeres. Jóvenes, ancianos... vamos, que no te voy a ver como a una presa sexual sino como a una paciente.
-Ya, pero...
-Oye, mira, si quieres me voy, pero hasta al menos pasado mañana no te asignarán a otra persona, así que vas a estar dos días sin bañarte, comer ni curarte. Tú verás.
-Vale, está bien, perdona. Es que no estoy acostumbrada a que un desconocido me vea desnuda...
-Va, no pasa nada.

Alberto me ayudó a quitarme la ropa, y tras comprobar que la temperatura del agua era la correcta me cogió en brazos y me depositó en la bañera. Con un cacito de plástico recogía el agua caliente de la bañera y me mojaba el cuerpo, con sumo cuidado de no mojar las vendas. Después mojó la esponja y tras embadurnarla con gel de baño la pasó cuidadosamente por mi cuerpo, y muy despacio fue enjabonándome. Primero las piernas y los pies, luego el vientre y los pechos. Hubo un momento en el que tuvo que pasar la esponja por debajo de mis senos y sentí que me estremecía. Después me pidió que me incorporara un poco para tener acceso a mi espalda y a mis brazos. Con el mismo cacito de antes volvió a aclararme. Después se echó gel en la mano derecha y se dirigió a mí.

-Espero que no te sientas incómoda, pero esto hay que hacerlo -dijo al tiempo que hundía la mano con jabón en mi entrepierna.

¿Que no me sintiera incómoda? No, claro. Sólo estaba en pelotas, abierta de piernas en una bañera y con un calentón del quince delante de un desconocido muy, muy atractivo.

Cuando su mano se encontró con mi vulva, no pude evitar soltar un pequeño suspiro. Recé con todas mis fuerzas para que no lo hubiera notado. Pero sí que lo notó.

-Nadia, ¿estás bien?
-Sí, sí. Es que estoy un poco nerviosa.
-Bueno, no te preocupes, que esto ya casi está.

Supongo que Alberto notó que hacía meses que nadie mimaba aquella parte de mi anatomía, porque en aquellos momentos su mano enjabonada acariciaba suavemente mi entrepierna. Cuando notó que mis suspiros iban en aumento y mi nerviosismo empezaba disminuía, empezó a acariciarme en círculos, haciendo que mis suspiros fueran en aumento. En algún momento me preguntó si quería que parase, pero estaba totalmente obnubilada por el placer, no sentía ni vergüenza, ni remordimiento ni nada, sólo quería disfrutar de aquella sensación. La mano que le quedaba libre fue directa a mis pechos y empezó a acariciarlos y de vez en cuando pellizcaba mis pezones, haciéndome perder el control y el poco recato que me quedaba. En aquel momento los movimientos iban siendo cada vez más rápidos, hasta el punto de que ya no oía su voz, ni el agua salpicar... nada, sólo oía mis gemidos pidiendo más. Entonces sentí un calor que me llenaba y me hacía más liviana. Me sentí como una hoja que era fuerte y rápidamente elevada hacia el cielo para después caer lenta y suavemente, como en decrecendo.

Cuando volví a la realidad no me atrevía a mirar a Alberto a los ojos. ¿Qué pensaría de mí? ¿Me pediría algo a cambio? Pero cuando por fin me atreví a mirarle, estaba sonriendo, pero no era una sonrisa pícara, sino una sonrisa que trasmitía seguridad y serenidad.

Me aclaró muy bien, me tomó en brazos y me llevó al salón, dónde me secó al tiempo que me daba pequeños besos esparcidos por la espalda. Después, preparó el almuerzo y puso una película para que me distrajera mientras él volvía al hospital. Me anunció que vendría dos veces al día, mañana y tarde, y que si lo solicitaba al hospital, también podría quedarse a dormir, por si necesitaba algo por la noche o me sentía mal.

Por supuesto que contraté el servicio, aunque me supusiera un gasto más. Pero aunque perdiese algo de dinero, gané un buen amigo que me cuidó durante muchos años.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Tres no son multitud


Hacía tiempo que David y yo ya no nos comportábamos como una pareja, así que decidimos dejarlo. Los primeros días fueron extraños: por un lado, aquella ruptura fue como una liberación, pero por otro lado no podía evitar sentirme mal, así que acabé refugiándome en mis dos mejores amigos, Jaime y Andrés.

Les conocí en la tienda de deportes en la que trabajaba y conectamos desde el primer momento. He de decir que siempre, desde que iba al jardín de infancia me he sentido más a gusto entre chicos que entre chicas, y no es por la rivalidad que supuestamente hay entre nosotras, sino porque no iba conmigo lo de fingir que era madre o cocinar en una olla vacía alimentos invisibles. Claro que también jugaba a papás y mamás, pero siempre que podía, acababa jugando al escondite, al pilla pilla, al fútbol e incluso a las chapas, y claro, eso implicaba pasar más tiempo con chicos que con chicas.

Los tres llevábamos una media de nueve meses en aquella tienda, y nos habíamos convertido en inseparables, tanto, que a David le llegaron rumores absurdos que al final acabaron con nuestra relación. Fue por eso mismo por lo que me tocó a mí dejarle el piso a David.

Jaime y Andrés me propusieron que me quedara a vivir con ellos; a fin de cuentas tenían una habitación libre, y con el alquiler podrían llegar mejor a fin de mes sin tener que alquilarle la habitación a ningún desconocido. Al final acepté.

Fueron pasando los meses y el acercamientos entre los chicos y yo era cada vez más evidente. Siempre se dice que por muy bien que te caiga alguien, la convivencia suele estropearlo todo, pero en nuestro caso fue al contrario: no había problemas ni con la limpieza, ni roces, y todos llevábamos a rajatabla las tareas que nos tocasen. En definitiva: eran los compañeros ideales.

Un fin de semana, después de varias cervezas, acabamos jugando a “Yo nunca”. Para quién no lo sepa, el juego consiste en empezar una frase diciendo “yo nunca” y acabarla con una acción. Los que alguna vez hayan realizado esa acción deberán beber un trago de una bebida alcohólica. Las frases, por lo general, hacen referencia a la vida privada de los otros concursantes.

La verdad es que me sentí como una quinceañera jugando a aquello, pero he de reconocer que fue una de las experiencias más reveladoras de mi vida. Y no sólo por las intimidades de mis amigos.

Llevaríamos tres botellines de cerveza cada uno cuando uno de ellos, no recuerdo bien quién fue, dijo: “Yo nunca me liaría con mi mejor amigo” Aquella frase fue como un mazazo para mí. Hasta ese momento no me había dado cuenta, o no me quería dar cuenta de que mis mejores amigos me gustaban, así que no tuve más remedio que darte un trago al botellín. Nobleza obliga, dicen. Justo después de eso me disculpé y me fui a la cama, alegando que tanta cerveza no era buena para mí.

A los pocos días, Andrés y yo llegamos antes a casa, ya que Jaime se tuvo que quedar en la tienda haciendo caja. En la televisión estaban echando una película lacrimógena ganadora nominada a no sé cuántos Oscars y ganadoras de otros tantos.

Andrés se dio cuenta de que la película estaba haciendo mella en mí, así que me abrazó mientras me besaba el pelo.

No sé si fue por los efectos de la película, porque me sentía de bajón, por la luz o por qué, pero el caso es que me atreví a besarle. Al principio no hizo nada, pero luego se apartó y bajó la mirada.

-No podemos.
-¿Por qué no?
-Porque le gustas a Jaime -dijo azorado, como si estuviera cometiendo alta traición.
-Y él a mí.
-¿Y por qué me besas a mí?
-Porque tú también me gustas.

La cara de Andrés en ese momento era un poema. Creo que no sabía si le estaba vacilando, si iba en serio o si estaba borracha. Así que para disiparle las dudas volví a besarle, pero esta vez no fue un piquito, sino un beso de los de verdad, de los que te dejan sin argumentos para rebatir nada. Y pasó lo que tenía que pasar.

Estábamos quitándonos la ropa en el sofá cuando Jaime apareció por la puerta y se quedó mudo, pero su cara lo decía todo. Antes de que se fuera del salón fui hacia él.

-Jaime, espera, no te vayas.
-No quiero interrumpir.
-No interrumpes.
-¿Ah, no? ¿Y qué sugieres, que me quede mirando como un pasmarote? Además, os podríais ir a tu dormitorio, que no vivís sólos.
-Jaime, no te enfades -le dije mientras le besaba a él de la misma forma en la que antes besé a su amigo-
-¿Y esto?
-Pues que me gustáis los dos.

Supongo que aquello era demasiado para ambos, pero para demostradles que iba en serio tomé a Jaime de la mano y le conduje hasta el sofá donde empecé a besarles a los dos. Terminé de quitarle la camiseta a Andrés y me giré para despojar a Jaime de su ropa.

No, no, espera. Esto no funciona así.
¿Y cómo funciona? ¿Hay unas reglas fijas que si no las cumples te detienen? -pregunté irónica.
No, sabes que no. Pero es que esto no va así, tienes que elegir a uno de los dos.
¿Por qué? No os estoy pidiendo matrimonio, sólo un buen rato. Pero si no queréis, aquí paramos y todos tan amigos. -

Antes de acabar la frase ya le estaba besando y metiéndome mano en la entrepierna, que, aunque él no lo quisiera reconocer, estaba dura como una roca. Después, volví a besar a Andrés. Cuando se cansaron de turnarse, Andrés me puso encima suya, para así tener acceso a mis pechos, ya desnudos. No lo dudé un instante y me senté encima de su espada de carne, clavándomela hasta el fondo. Los gemidos no tardaron mucho en llegar.

Jaime, por su lado, estaba detrás de mí, besándome en la espalda y acariciando mis nalgas. No sé cómo, pero de repente noté cómo lubricaba mi culito y entraba por la puerta de atrás.

Nunca había estado en esa situación, así que me sentía un poco incómoda, ya que no sabía bien cómo manejar la situación, pero mis chicos supieron manejar la situación y coordinaron perfectamente sus movimientos.

Me sentía llenas y la sensación de placer era el doble. Vamos, que estaba en las nubes, tanto que fui la primera en correrme entre jadeos y espasmos y unos segundos más tarde me seguían Jaime y Andrés.

Aquella noche no dormimos, sobre todo porque nuestras cabezas eran un hervidero de preguntas, sensaciones y sentimientos encontrados, pero mereció la pena, ya que nuestra relación no sólo no se vio afectada, sino que el tiempo que duramos juntos en el piso fue una de las mejores etapas de mi vida.